Martín "Rulo" Canepa vive en una pequeña casita rodante haciendo lo que más le gusta,…
Lifestyle
Cinco discazos de los que nadie habla
La sección Sonidos de Gravedad Zero Mag se diferencia del resto de las publicaciones de música de la Argentina por hablar de aquellos discos y shows de artistas que vale la pena conocer pero sobre los cuales no se brinda demasiada información. En esta oportunidad cinco discos que merecen una chance.
Texto: Adrián Mazzeo
DISCOS
Brownout presents Brown Sabbath, Brownout (Independiente, 2014)
Brownout son un colectivo musical de Austin, Texas que definen su estilo como “hardcore latin funk”. Pareciera que lo de hardcore va en serio porque este año se despacharon con este increíble proyecto: versiones de clásicos de Black Sabbath en clave funk latino. Es llamativo como la psicodelia actúa de nexo entre el metal sucio y añejo de Sabbath con la high energy latina que destila el octeto tejano. Siete inmortales himnos del metal que mutan al completo y hacen que tu cabeza experimente un nuevo punto de vista. Como cuando cambiás el rutinario camino al trabajo por otro en el que, quizá no llegaste más rápido, pero sí te hizo ver y experimentar cosas diferentes. Y cuando estás saturado de la rutina, ahí lo recordás, lo retomás y te sirve para desempolvar tu sensibilidad. “The Wizard”, “N.I.B.” y “Planet Caravan” (entre otras) como nunca las imaginaste. Guayavera y cuernitos para todos.
Chaliwa, New Zion Trio (Veal records, 2013)
New Zion Trio es el proyecto dub-jazz del inquieto músico Jamie Saft. Este obstinado tecladista se junta con Craig Santiago (batería) y Brad Jones (bajo acústico) y dan con una forma musical única: la cadencia del dub y el arreglo jazzy como base de un disco hermoso, paciente e iluminado –a pesar de ciertos ambientes oscuros- a tope.
Para experimentar las bondades del grupo no más escuchar la bellísima “Pinkus”. Saft -asiduo colaborador de Mike Patton, John Zorn, Beastie Boys y Antony and the Johnsons, así como compositor de música para TV- da cuenta de su inmensa versatilidad con sus obsesiones musicales: el metal, el jazz, el reggae, el folk. En este perfil volcado a los sonidos jamaiquinos, planta un formato sonoro exquisito gracias a esta formación acústica. Algo que me recuerda a cuando los rastas más radicales reivindican al nyabinghi como su música original y condenan a Marley de haberlos “vendido” a la cultura occidental; hay algo de ese razonamiento en el reggae con sonido a madera de Saft, algo que lo hace sonar más real y de raíz que nunca. Como si el reggae roots llegase a un lugar donde se siente más cómodo que nunca. Una genialidad.
V, Cómo Asesinar a Felipes (Koolarrow records/Potoco discos, 2014)
Cuando el 2014 se extinguía sin dejarme grandes (y nuevas) sensaciones musicales, aparecen los Felipes para meterla cerca del final. El quinteto de Santiago de Chile viene recorriendo un camino en alza desde que lanzaran su primer disco, Un Disparo Al Centro (2009). V, es su máximo pico con abrumadora claridad. Los CAF están en un gran momento, reponiéndose maravillosamente de la ida de uno de sus miembros de sonido más distinguible, el tecladista Marcos Meza. Gabo Paillao entró para seguir con la idea del grupo, pero también aportando firmeza en las bases, haciendo entre todos un sonido más serio, más profundo, más dark. Las letras del Koala perturban y fascinan más que nunca. Los samples de locuciones vintage de DJ Spacio –una suerte de columna vertebral temática en los discos de CAF- tienen un peso admirable y una gran precisión. Todo suena en su lugar; esta gente se toma las cosas en serio: como un animal que estudia sus movimientos al máximo detalle antes de cazar a la víctima que saciará su hambre, los Felipes dan todos los tiros en el blanco. Con producción de Bill Gould (bajista de Faith No More) y grabado en sus estudios de San Francisco, California, V no es el disco del año solamente porque es un EP.
Hexadecimal, Asalto Al Parque Zoológico (Casa del Puente Discos, 2014)
Desde que Asalto Al Parque Zoológico irrumpió en la escena under de Buenos Aires, la húmeda Gran Capital del Río De La Plata sumó un ápice a lo que sería su banda sonora ideal. Es llamativo lo bien que le queda el sonido de la banda al carácter de la ciudad. Como si una nube eléctrica copara sus cielos y se abriese casi sin darse cuenta para dar incisivos rayos de sol que dibujan a la perfección la ecuación del dream pop. Pero estilísticamente no queda ahí la propuesta del quinteto: no serían nada sin el ruidismo elegante del showgaze y el temple brioso del punk rock de la escuela de Sonic Youth, que asoma de algún modo extraño pero definido, como queriendo despertar de una siesta de resaca, con aquel rayo de sol dándole justo en los ojos. Hexadecimal resume todo este combo sonoro y visual: la de APZOO es música de imágenes, claro está. La experimentación y el pop en un punto de acuerdo exacto y concreto. El brillo opaco, la luz tenue y la imagen desencajada, fuera de foco gracias a las envolventes atmósferas guitarreras, son la seña particular de temas como “Sonnen”, “loselovehandles” y “Hexadecimal”. El ensamble instrumental está tan logrado que es difícil descifrar cuantos músicos están sonando en este disco, lo que está claro es que, sean los que sean, están sonando (y soñando) a lo grande.
Será, La Vida Boheme (Scatter Records, 2014)
La Vida Boheme es una de las cartas fuertes del indie rock venezolano. ¿Es raro pensar en un grupo de este género de esa latitud del mundo? Pues de entrada sí puede resultar extraño. Aunque cuando Será comienza a sonar, todo prejuicio comienza a enmudecer. El cuarteto se mueve en las arenas del post-punk y el kraut rock, pero siempre con las raíces hirviendo en la sangre: aquí hay elementos de merengue y Calypso venezonalo (“La vida mejor”) que cuando se cruzan con las oscuridades del sonido anglo de principio de los ochentas, nace un atractivo combo que huele a afrobeat hipnótico (“Cementerio del Este”).
De la mano de Scatter Records, el grupo hace su presentación en Argentina con este segundo disco, el cual les dio el Grammy Latino como “Mejor Disco de Rock” en 2013.
Ritmo frenético, voces repetitivas y un fuerte aire a Talking Heads, hacen pensar en un directo de dimensiones.