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Ben Kenney de Incubus habla de su otra pasión, el surf.

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Fuente: Gravedad Zero Mag 35

MÚSICA QUE FLUYE x Adrián Mazzeo

Para mí, Incubus siempre fue una banda atractiva. A pesar de un comienzo con comparaciones inevitables, la banda fue definiendo un sonido –amplio, sorprendente- en poco tiempo. Y así se convirtieron en uno de los pocos sobrevivientes de una escena que reinaba en los últimos coletazos de brillo de la industria discográfica, el Nu Metal. En 2003 cambiaron de bajista y decidieron ser otra banda, disfrutando la magnífica musicalidad del nuevo chico del clan, el señor Ben Kenney, cuyas líneas de bajo fluyen placenteramente como lo hace su surfboard en diferentes océanos del planeta.

NOTA

Ben llega a Incubus desde la tangente: meses antes de conformar su pase a la banda, fue invitado por José Pasillas (batería) y Mike Einziger (guitarra) a unirse a Time Lapse Consortium, un proyecto nacido con el objetivo de dar shows de beneficio donde también estaba Neal Evans de Soulive. Entre los sonidos del soul y la surf music de big band de TLC es que los Incubus descubren a quien sería su nuevo bajista.

PASIÓN Y TERAPIA EN EL AGUA.

Originales de Calabasas, una pequeña ciudad en el condado de Los Angeles, ubicada sobre las colinas del Valle de San Fernando, los Incubus siempre estuvieron ligados a los deportes de tabla. En sus comienzos fueron sponsoreados por marcas como Freshjive, DVS o Pornstar y en varios home-videos se los veía destacándose sobre longboards haciendo downhill en California. Pero aún más intensa es la relación de la banda con el surf. Mediante su organización sin fines de lucro Make Yourself Foundation, concientizan sobre el medio ambiente y la salud de los océanos y suelen participar en eventos de caridad. Colaboraron  activamente con las víctimas del tsunami del Sudeste Asiático de 2004 y en el reciente tifón en Filipinas. Hace unos meses lanzaron un concurso para fans en el que el premio consistía en una clase de surf con el cantante Brandon Boyd en Huntington Beach. En ese aspecto, también Ben fue el indicado para entrar en la banda.

¿Cómo comenzó tu relación con el surf?

Bien, yo crecí en un pueblo de playa en la Costa Este de Estados Unidos, llamado Manasquan, en el estado de Nueva Jersey, y como todo el mundo me pasaba los veranos, primaveras y otoños en el agua. Manasquan es uno de los mejores “surfing towns” en el área de Nueva York. Así que cuando era chico me conseguí un bodyboard; tendría once o doce años y lo usé como una introducción a como surfear, realmente. Cuando surfeo me siento balanceado, me hace muy bien, me conecta muchísimo con mí mismo y con todo lo que me rodea. El surf no es un deporte para mí, es una actividad. No lo hago para impresionar a nadie, sólo lo practico para relajarme.

En el momento de decidir dónde ir de vacaciones ¿considerás el lugar dependiendo si podés surfear allí o no?

Sí, siempre lo hago, lo tengo muy en cuenta. El único problema con el que a veces me encuentro es que yo no soy de surfear olas de gran tamaño, que superen mi estatura, digamos; no estoy en esa vibra. Así que algunos lugares realmente no funcionan para mí (risas). Pero bueno, siempre intento viajar y que el surf sea parte de eso, y me encanta hacer mis libros de viaje.

¿Todavía vivís en Manasquan?

No, hace más de un año que vivo en Nueva York.

¿Qué spots del mundo tuviste la chance de correr y cuales serían tus favoritos?

Me encanta surfear en el Condado de Ventura en California, hay muchísimos buenos spots ahí. Amo ir a esos lugares que en realidad ni siquiera tienen nombres, son sólo caminos al lado de la carretera en los que bajás caminando y te encontrás con un tremendo break ahí mismo.

El único lugar que surfeé en Hawaii es Waikiki. La última vez que estuve allí fue en verano y había viento norte y ya estaba un poco heavy para mí. También estuve en Sunset Beach lo cual fue muy emocionante porque desde chico crecí viendo los campeonatos en ese lugar. Luego surfeé en Australia, en Bondi, que es muy turístico pero es divertido. También en Fiji, un par de veces en Cloud Break que es un lugar asombroso.

¿Qué puntos en común encontrás entre correr una buena ola y disfrutar a tope tocando en vivo?

La mayor cuestión en común que hay entre estas dos cosas es que cuando vos realmente lo estás haciendo bien y estás súper conectado, todo fluye. Yo disfruto de correr una simple ola porque siempre te deja abierta la incógnita sobre lo que harás luego, cual será tu próximo desafío. Como cuando corrés con una tabla corta y necesitás moverte con rapidez y habilidad… hay un hilo al que seguir, hay una serie de condiciones a las que atender en ese momento. Cuando toco un tema necesito sentir que estoy siguiendo bien ese hilo para poder relajarme y que eso me permita improvisar. La idea es lograr la sensación de estar en el momento y lugar adecuado, es hermoso cuando eso pasa y lo que resta es sólo disfrutar.

Antes de meterte al agua ¿qué tipo de música te gusta escuchar?

Depende mucho del swell: si está sucio, revuelto y es un día gris, como pasa en muchos de los mejores spots de Nueva Jersey, con sus días tormentosos, pues ahí me gusta escuchar thrash o metal, sobre todo si hace frío. Pero si hace calor, si los vientos están perfectos y estoy rodeado de amigos, bueno, eso es otra historia y seguro me volcaría a algo más agradable, algo más basado en guitarras acústicas, seguramente. Algo bien relajante.

 

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