The Land Of es una producción independiente que sigue a un grupo de surfistas en…
Surf
En búsqueda de un nuevo rumbo, surf para el espirítu
En un año marcado por su lesión de rodilla, Marcelo Rodríguez, uno de los surfistas más competitivos de Latinoamérica redescubre en este viaje al sur argentino y a Chile el placer de surfear solo por surfear.
Fotos: Christian Sánchez
Texto: Marcelo Rodríguez
Fuente: Gravedad Zero Mag 42
Hace años que vengo siguiendo campeonatos alrededor del mundo y Latinoamérica en pos de gloria, puntos para el ránking y dólares, pero en 2014 algo cambió. Sufrí una lesión en la rodilla que me mantuvo alejado de las competencias y de la vorágine de los eventos, cosa que me llevó a descubrir y disfrutar otros momentos de la vida que estaba relegando y que son muy importantes: los amigos, las juntadas, reuniones y demás aspectos de la vida social. Pero el más importante que estaba bastante olvidado dentro de mi: El ir a surfear solo por el hecho de hacerlo con amigos y dejar de lado el «ir a entrenar». Digamos que la lesión, más allá de todo lo malo que trajo (meses sin surfear, perderme los Sudamericanos de Playa con la Selección Argentina con todo lo que representa para mi la celeste y blanca, la rehabilitación y demás) me hizo darme cuenta que un sentimiento extremadamente lindo que es el surfear con amigos lo estaba dejando de lado.
Desde hace rato que tenía ganas de conocer el sur de Chile. Muchos amigos me lo habían recomendado, mostrado fotos, lugares, olas por descubrir y lo mejor de todo, que no hay casi gente en el agua. Así fue que esa búsqueda de un destino y de una de las mejores cosas que tiene el surf (pasarla bien en el agua con gente que querés) se conjugaron para darle forma a un nuevo surftrip.
El equipo estaba conformado por Christian Sánchez, uno de los mejores suppers del país, Facundo Bianqui, contador y quien está apenas en su tercer año como surfista, y quien les escribe la nota. A principios de noviembre armamos un grupo de whats app entre varios amigos que podían ser integrantes del viaje pero solo quedamos nosotros tres, para mi, el mejor número de personas para viajar. Hacia mediados de ese mes pudimos reunirnos para definir los detalles del viaje. Lugares, costos, pasos fronterizos, tablas, trajes y demás. Antes de partir pudimos hablar con un amigo chileno, Kike Muñoz, quien nos dijo que vayamos a visitarlo a un spot cerca de Osorno, casi a la altura de Bariloche. Como Christian había decidido irse a vivir a la ciudad de los egresados y los chocolates nuestro rumbo empezó por ahí. Salimos de Mar del Plata en la tarde después de varias idas y vueltas y arribamos a Bariloche al mediodía del otro día. Descansamos unas horas, comimos algo y para sorpresa de todos en el lago vimos que con el viento fuerte que había se estaban formando algunas olitas. Christian nos llevó a Dina Huapi y lo que parecía algo imposible, lo pudimos concretar: Empezar el viaje surfeando en el Nahuel Huapi. Fue una experiencia única y verdaderamente muy divertida. Después de eso descansamos en la noche y bien temprano en la mañana salimos rumbo al cruce Cardenal Samore. Cruzamos al país trasandino y después de miles de horas en el volante llegamos a nuestro primer destino: Villa Mehuín. Vale la pena aclarar que Kike, Pancho y los locales que nos encontramos nos dijeron por favor que demos a la luz este hermoso lugar del sur de Chile porque cuando se viaja siempre se trata de respetar a los locales de los lugares y si no quieren dar a conocer el spot, yo al menos, trato de preservarlo.
Villa Mehuín es un lugar tranquilo con paisajes alucinantes y con un montón de puntas que funcionan con los diferentes swells y vientos. Tuvimos la oportunidad de correr varias olas muy divertidas pero, según nos dijeron los chicos, las condiciones no nos ayudaron. Como la idea era seguir recorriendo lugares, luego de unos días salimos para el norte para conocer nuevas olas y surfear con poca gente. Algunas horas al norte encontramos otro spot que nos recomendaron. Llegamos para el fin de tarde y pudimos agarrar algunas buenas olas, un par de tubitos también. Luego de salir del agua casi de noche estuvimos horas buscando donde parar hasta que por fin encontramos unas cabañas casi llegada la media noche. Al día siguiente surfeamos en la mañana una condición parecida al día anterior, olas de 3 a 4 pies con algunas secciones de tubos y después de eso salimos para el norte nuevamente. La región de «Olas Altas». Llegamos para hacer un fin de tarde con olas inconsistentes pero divertidas y lo mejor de todo: no había nadie en el agua.
Los pronósticos de olas no nos acompañaban pero veíamos que uno o dos días la cosa se iba a poner linda. Así que esperamos un par de días sufeando olas de excelente calidad pero sin llegar ni a la mitad de su mejor expresión. Tratábamos de buscar las mejores mareas y siempre chequeando todos los spots que teníamos cerca. Hasta que por fin dos días antes de la vuelta llegó la sesión soñada por todos. Hacía mucho tiempo que no veía olas tan perfectas. Olas de 5 a 7 pies con 200 metros de recorrido en donde se podían hacer todas las maniobras y también tenía algunas secciones de tubo. ¿Gente en el agua? Estuvimos dos horas solos y luego otras dos con 5/7 locales. Salimos del agua con sonrisas que no nos entraban en la cara. La felicidad extrema de haber surfeado olas increíbles con amigos y sin gente es de las mejores cosas que nos pueden pasar a los surfistas. Luego de esa sesión todas las horas arriba de la camioneta, todos los buenos momentos, los malos, las comidas, las birras quedaban relegadas por ese sentimiento de salir extasiado de surfear. Al día siguiente las condiciones ya no eran las mismas luego de surfear unas olitas volvimos para Argentina con más ganas de volver, recorrer y descubrir nuevos lugares. Pero lo mejor que me dejó el viaje fue haber vuelto a sentir esas ganas de surfear por el solo hecho de surfear.
AGRADECIMIENTOS: Gravedad Zero, El Faro viajes, Chubut Deportes, Frelife,Cata Mónaco, Julián Dominguez, Kike Muñoz, Francisco Vives, Juan Carlos Elgueta, Angel y otros….