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Faith No More – Sol Invictus Review

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Por Adrián Mazzeo

FNM_front

En el navegar azaroso de las noticias musicales, de vez en cuando aparece alguna que realmente llama la atención y vale la pena. La del primer disco de Faith No More en 18 años fue una de ellas. El inclasificable quinteto de San Francisco grabando nuevamente, ya con sus miembros creciditos y con un historial artístico infinitamente más potente que el que ostentaban en 1997 cuando lanzaron Album Of The Year. Para comprobar esto basta con someterse a las aventuras de Patton con Fantomas, Tomahawk o Mondo Cane, el trabajo de Bill Gould en su sello y con sus proyectos the Talking Book y House Of Hayduk o las andanzas por la ópera y el indie-pop de Roddy Bottum. Sol Invictus –sol inconquistable en latín- es el título que devuelve la vida a una importante horda de seguidores, vacíos de fe (perdón, fue inevitable) hasta el momento. Los miembros de la banda hablaron del disco en la prensa, dando nociones sobre cómo suena. “Es una vuelta a nuestro sonido más oscuro” fue la pista que más se escuchó, y posiblemente la más real.

La odisea se abre con “Sol Invictus” –la canción- un relato sentido, profundo y emocional donde el piano de Roddy Bottum –muy presente en todo el disco- y la voz –las voces- de Patton llevan la rienda. Una apertura introspectiva y grandilocuente al mismo tiempo. Dramática y novelesca a tope. Ese cantar de Patton, casi recitando, jugando a ser la voz en off de una escena desgarradora, donde se le escuchan las entrañas, se hará presente en varios pasajes del álbum.

“Superhero” es la bomba que sigue y el pasaje a la nostalgia, uno de los pocos momentos en que este FNM suena a otro FNM, en concreto al de Angel Dust (1992). Distorsionado, desbordante de energía, con todos dándolo todo. Guitarras afiladas, bajo machacante y pianos hipnóticos con final barroco donde se nota el dedicado trabajo de Bill Gould (bajista y líder espitirual de la banda) en producción.

Con el tercer track “Sunny Side Up” comienzan las sorpresas. Ambiente espeso con un Patton de halito alcohólico que recuerda a Mark Lanegan, dan paso a una progresión marca de la casa y un break de piano que desliga presión en una guitarra funky y un fraseo de voz absolutamente soul.

“Separation Anxiety” es el track más paranoico del disco, como su título ayuda a pensar. Esa relectura del thrash que les fue tan productiva en toda su carrera vuelve a la vida con un machaque asfixiante, matizado por teclados que suenan a Expedientes X. Todo explota en un crescendo que incluye voces distorsionadas y un Mike Bordin –batería, quien demuestra una musicalidad novedosa en otras canciones- en su perfil más violento.

Lo que viene luego es “Cone Of Shame”, adelantada en vivo en la gira de febrero por Japón y Oceanía. Quizá la primera escucha te deje algo descolocado, pero como muchas cosas en esta vida, no hace más que ponerse mejor y mejor según se suceden las veces que le das al play. Otra vez Patton en plan crooner, con dejos de Elvis y un sonido blusero y sicótico. Pánico, locura y explosión. Gould y Hudson –guitarra- se marcan un riff inmortal y Patton sigue en la suya, grita como un puto energúmeno y hace zapping con su propia garganta redefiniendo el soul, tiñiéndolo de rojo sangre.

La intensidad toma otro color con “Rise Of The Fall”, quizá el tema más extraño del disco, que partió de una idea de Roddy Bottum quien aquí recuerda a cómo sonaba él mismo en los primeros discos de la banda, antes que Patton se les uniera. En esta melodía hay guiños al folk de Europa del Este y todo. Un tema para disfrutar sin intentar desgranar en definiciones y así no caer ante el stress de lo cuasi imposible.

“Black Friday” y otro sonido nuevo. Como en varias de las otras canciones domina el ambiente cinematográfico. Esto suena a una versión punk de Django Unchained de Tarantino. Guitarras acústicas acompañando a un bajo y una batería con clara intención de herir, potentes coros que suenan a atardecer en el desierto y un Patton desgañitándose para no morir en un bar de mala muerte.

“Motherfucker” es el primer corte que dio a conocer de Sol Invictus y quizá su punto menos rutilante, aunque guarde algunos colores interesantes como la voz de Bottum al frente en buena parte del track y los arreglos “ocultos” de Patton que una vez más lo despegan de la media.

“Matador”, es aquel tema que estrenaron en su última visita a Buenos Aires, en noviembre de 2011 y la primera canción que apareció en esta nueva etapa creativa del grupo. Y ahora que existe su versión de estudio, se puede decir que es también una de las mejores. Tiene la característica de también, como “Superhero”, poder encajar en otro disco de Faith No More, su clima contemplativo virando a lo solemne y gigantesco recuerdan al B Side de Angel Dust (curiosamente también estrenado en Argentina, en 1991) “The World Is Yours”. La melodía principal que muta del piano minimalista al todo rockero de guitarra y bajo es de piel de gallina. Épico.

Para cerrar este periplo rimbombante llega “From The Dead”, con su particular belleza folkie y un poquito narcótica. Guitarras acústicas, slide, voces inspiradas en el pop de los 60s y una calidez pocas veces advertida en un tema de Faith No More. ¿Podría decirse que es la canción más “pura”, más libre de ironía y doble sentido de su discografía? Quizá sí. Así de inesperadamente concluye esta vuelta discográfica de Faith No More. Desconcertantes y geniales como de costumbre, en Sol Invictus muestran un ápice más de su retorcida personalidad: si en el pasado hicieron cosas maravillosas a base de una química explosiva y espontánea, pues a esas musas infalibles hoy las potencian con madurez. Da la sensación de que los FNM hicieron el disco pensando en las capacidades de cada uno como individuos y de todos como grupo. Ese encare da como resultado una obra atemporal, cimentada en la experiencia, la idoneidad y ese espíritu rompe-reglas que afortunadamente ahí sigue con plena vida. Sólo se puede festejar esta vuelta y pedir que haya muchos Sol Invictus más.

 

 

 

 

 

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