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Lifestyle

Chris Dyer

Desde las hermosas tierras del Perú, te presentamos a Chris Dyer, un artista que vuelca en su obra toda la espiritualidad y optimismo que le brinda el skate. Un viaje psicodélico, skate art o simplemente un pasaje directo a un alma llena de luces de colores.

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¿Cómo definirías tu obra? ¿Qué etapas atravesó a lo largo de los años?

Es difícil definir mi obra con palabras, ya que las expresiones cambian cada día como los sentimientos de una persona. Temas, materiales, estilos tienen que evolucionar constantemente sino te estancas. Así que es difícil decir que mi arte es una sola cosa. Algunos definen mi obra como arte psicodélico, visionario, o skater. Yo quiero trascender estilos y hacerlo a mi manera.

El arte tiene que evolucionar a través de los años ya que uno cambia también como persona. Antes era mucho más negativo y destructivo y el arte que hacia tenía muchos monstruos y muerte. Pero con diferentes experiencias que me brindó el contacto con la naturaleza y diversos viajes, aprendí sobre el poder de la vida y la positividad.  Ahora cuando me expreso todo tiene un mensaje más espiritual y optimista.

¿Cuando comenzó el amor por la pintura? ¿En qué momento personal de tu vida?

Empecé a pintar a los 17 años, después de que me mudé a Canadá (desde Lima, Perú) para estudiar en college. Pero mi relación con el arte en general es algo ligado a mí desde la niñez, siempre tuve la necesidad de crear algo.  Desde robots hechos de chatarra, o dibujos, o libros de collage o skates para los dedos hechos de reglas derretidas, etc. Luego empecé a pintar y eso me dio la posibilidad de expresarme mucho más que nunca.

¿Cuándo lo hizo el skate?

Empecé a montar skate en 1987 a los ocho años. A través del tiempo acumulé muchos skates viejos y rotos que no quería botar a la basura debido a que eran viejos amigos de muchas aventuras. Luego, en el año 2000 intenté pintar algunos por diversión y a la gente le gustó, así que hice más y más. Para el 2004 ya estaba haciendo shows de galería con muchísimas pinturas sobre skates rotos y eventualmente compañías de skate californianas me empezaron a comprar mis diseños.  A ésta altura soy el artista principal de Creation Skateboards (marca de San Francisco). También he hecho arte para otras marcas como Satori Movement, Skull Skates, Think, Equilibrium, Drop Dead, etc. Nunca fui muy bueno montando skate pero me encanta hacerlo y es un sueño hecho realidad ser parte de esta industria tan especial.

¿De qué manera relacionas dos campos distintos como el arte y el skateboarding? ¿Qué influencia tienen desde tu punto de visto el uno sobre el otro?

A mí no me parece que el arte y el skateboarding  sean cosas tan distintas. El skateboarding es un arte, es una expresión corporal como la danza. Claro, hay algunos que quieren convertirlo en deporte competitivo, pero esa nunca fue su esencia real. Uno monta skate para expresarse, no para hacer puntos que sólo alimentan al ego.

La gente que anda en skate es gente creativa. El estereotipo que se nos suele otorgar es el de vándalos que destruimos la ciudad, pero yo no estoy de acuerdo con eso. Para mí el skater es un artista que sale a la ciudad y convierte cosas aburridas como barandas, escaleras o túneles en un parque de recreación y diversión. El skater le da más vida a la ciudad y crea algo realmente bueno de algo muerto como un bloque de cemento. La ciudad es como un papel en blanco y el skater intenta a su modo inyectarle color y magia creativa.

El skateboarding tiene una influencia directa en mi arte porque me da un sentimiento de libertad. Puedo estar estresado por los mil problemas que nos da la vida babilónica, pero sólo tengo que salir a la calle a andar por ahí, patear el suelo rápido, hacer mis ollies o boardslides, y siento que soy un ave libre volando a través de la realidad. Ello me permite meter esa vibración de libertad espiritual a mis pinturas cuando vuelvo a casa.

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