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El Surf hace mal, si tu quieres.

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Viajar para surfear, la rutina soñada. Esos primeros días conociendo el lugar, reconociendo las olas, empapándonos del nuevo destino.Una de las mejores decisiones que hemos tomado, siempre fue, viajar para surfear. Pero como estamos aprendiendo en los últimos años, toda actividad trae su impacto, lento o rápido, pero inevitable. Acaso tu viaje soñado eventualmente se transforma en pesadilla?

Esta no pretende ser una nota para hacerte sentir culpable por tus hábitos y costumbres, ni siquiera replantearte el hecho de surfear o no, acaso estamos locos? Dejar de surfear…no señor.

Los destinos donde encontramos estas olas soñadas suelen estar a miles de kilómetros de distancia, ese secret spot del que tanto hablaron tus amigos es el patio trasero de una pequeña comunidad local que lleva allí quizas cientos de años. Es aquí donde nuestra ambición por la ola perfecta no debería transformarse en ceguera, sin entender que tu llegada al destino ya está cambiando su realidad.

Primero que nada empecemos con el spot, la ola, ese rincón de la tierra tan preciado que hoy esta en todos nuestros instagram, taggeados, geolocalizados y hasta con su propio hashtag. Este es sin duda uno de los eslabones de una larga cadena de eventos que inevitablemente tendrán su impacto.

El surf puede parecer una actividad amigable con el medio ambiente pero la explotación de sus destinos trae consigo desafíos y consecuencias para sus anfitriones que viajan desde lo económico a los sociocultural.

Uno de los efectos socioculturales lo sufrimos y generamos por igual, el localismo, fuera y dentro del agua. Un choque que viaja mucho mas profundo que una actitud macho alfa, violenta y hasta tribal. Es algo que nace desde la sensación y no tanto, de desplazamiento que sufren las comunidades locales al convertirse en un destino nacional y mundial.

Desde los precios del alquiler sobre la costa  que suben para aprovechar este flujo de extranjeros con mas dinero y por ende, los locales pierden el acceso directo a su propia costa, hasta el hecho de trabajar para compañías creadas por extranjeros y sentirse ciudadanos de segunda en su propio país. El impacto es real, paulatino pero tajante.

La cultura local, otro de los grandes perdedores si no se gestiona correcta y creativamente desde su gobierno. Este flujo constante de turismo internacional a veces se torna tóico, obviando las costumbres locales e imponiendo estilos de vida y costumbres que nada tienen que ver con la zona y país.

No quiero parecer  un ogro enumerando todos estos aspectos negativos pero creo una vez que tenemos la información, entendemos lo que pasa y lo mezclamos con un poco de sentido común y empatía nuestro impacto puede cambiar drásticamente para mejor.

Esto también cae sobre el resto de los actores claves detrás de cada destino de surf. La unión de intenciones entre los gobiernos, ONG´s, compañias de turismo, la comunidad misma y los surferos es algo que sucede y tiene sus frutos en forma de infraestructura destinada al surf y su comunidad.

Al final del día nuestros hábitos de consumo son los que dictan hacia donde se moverá la aguja, y si empezamos a elegir mejor, con criterio, información y amor por lo que nos da el surf y su entorno podremos estar tranquilos que no sólo estaremos creando un turismo responsable sino que además estaremos forjando una felicidad sustentable.

 

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